Ricardo Musalem B.
Sobre las habilidades emocionales y su importancia.
El aprendizaje de habilidades emocionales tiene como meta que las personas logren madurez emocional, desarrollo que resulta fundamental para acceder a una vida emocional plena, caracterizada por riqueza vivencial, profundidad en los afectos, autoconocimiento, una relación positiva consigo mismo y vinculaciones significativas con los demás.
Alcanzar madurez de la afectividad implica relacionarse con las experiencias emocionales de manera funcional, es decir, de una manera que le permita a la persona estar conectada con su vida afectiva y a la vez adaptarse al entorno. Las experiencias emocionales incluyen una gama de vivencias englobadas bajo el concepto de afectos: vivencias indiferenciadas de malestar o estrés, emociones, sentimientos, estados de ánimo e impulsos. Estar conectado con la vida afectiva supone darse cuenta, conocer y comprender estas experiencias afectivas. Por otra parte, adaptarse al entorno implica echar a andar una serie de funciones regulatorias en el proceso de enfrentar una situación o experiencia que activa reacciones y respuestas afectivas, de manera de mantener un equilibrio y ajuste en el funcionamiento emocional tanto en las reacciones (vivencias) como en las respuestas (comportamientos)
Carolyn Saarni (1) propone un conjunto de habilidades emocionales que nos ayudan a tener una vida emocional más efectiva y equilibrada. Éstas son:
- Habilidad de tomar conciencia del estado emocional personal, incluyendo la percepción de emociones múltiples y eventualmente contradictorias. Implica tener conciencia de que uno podría no ser consciente de algunos de sus sentimientos hacia situaciones o personas, debido a su complejidad, por ser conflictivos o porque los rechazamos.
- Habilidad para discernir las emociones de otros, basados en claves situacionales y expresivas que tienen cierto grado de consenso cultural en cuanto su significado emocional.
- Habilidad para usar el vocabulario de las emociones, términos comúnmente expresados, disponibles en la cultura a la que uno pertenece y también ciertos guiones para situaciones interpersonales que involucran emociones y que están culturalmente validados. Saber qué y cómo decir en situaciones sociales que involucren emociones.
- Capacidad para involucrarse empática y simpáticamente con las experiencias emocionales de otros.
- Habilidad para darse cuenta cuando el propio estado emocional interno no corresponde con la expresión externa que hacemos, tanto cuando nos pasa a nosotros como cuando les pasa a otros.
- Habilidad para manejar y regular el impacto que nuestras expresiones emocionales pueden tener en otros.
- Habilidad de considerar la sensibilidad de los demás. Tener conciencia de que la estructura o naturaleza de las relaciones es definida en gran parte por cómo se comunican las emociones dentro de la relación, así como el grado de genuinidad e inmediatez en que pueden expresarse. Es de la mayor importancia evitar la inculpación, la hostilidad o la descalificación en nuestros intercambios interpersonales de carácter emocional con otros.
- Capacidad de manejase de manera adaptativa con emociones estresantes o aversivas, usando estrategias de autorregulación que atenúen la intensidad o duración de esos estados emocionales.
- Habilidad para lograr intimidad emocional: se logra cuando hay reciprocidad de la relación, un mutuo compartir de emociones genuinas en un marco de cariño y cuidado del otro.
- Capacidad para lograr madurez emocional: aceptar la experiencia emocional en sus auténticas características, buscando conciliar lo que está viviendo y sintiendo con su teoría acerca de cómo debería vivir las emociones.
Las habilidades emocionales son fundamentales para la integración de la personalidad, la adaptación emocional y social. Estas habilidades son interdependientes entre sí, se necesitan unas a otras. Las habilidades emocionales específicas descritas por Saarny se pueden sintetizar en habilidades más generales, como son la conciencia emocional, autorregulación, conciencia de sí mismo, conciencia del otro, empatía, asertividad, y toma de decisiones. (2) Las primeras tres tienen que ver con procesos internos de percepción, contacto, elaboración y regulación. Las primeras tres permiten el contacto con los afectos, la autopercepción y la percepción del contexto relacional. Las otras tres, empatía, asertividad y toma de decisiones, son habilidades asociadas al relacionamiento con otros. La empatía permite comprender al otro, la asertividad permite definir los límites con el otro y la toma de decisiones se asocia al discernimiento de cómo relacionarse con el otro en una determinada situación. Todas estas habilidades emocionales facultan a la persona a percibir una situación integrando un adecuado nivel de objetividad y lucidez, distinguir necesidades, motivos y significados, reconocer los afectos que se despiertan sin perderse en ellos y luego buscar un modo de asumirlos y expresarlos que responda a las propias necesidades emocionales sin perjudicar las necesidades de los demás.
Aprendizaje emocional y social
Para lograr ser competente en la realización de estos procesos de gestión y regulación de las emociones, resulta fundamental realizar un proceso de aprendizaje emocional y social, que debe empezar en el hogar en los primeros años y luego continuar en el colegio como parte esencial del currículum escolar. Es importante educar a los niños y jóvenes en una mirada comprensiva de las emociones y las respuestas emocionales; qué pasa con ellas, qué necesidad hay detrás, qué significados o aspectos relevantes están en juego y cuál es la mejor manera de lograr satisfacer la necesidad de manera de recuperar el equilibrio. Esta comprensión debe centrarse en mejorar la conexión consigo mismo, el autoconocimiento y, especialmente, la adaptación al entorno social, a través de prácticas adaptativas de elaboración y expresión de las emociones.
Este aprendizaje supone adquirir habilidades emocionales y sociales, entenderlas, valorarlas y practicarlas. Este aprendizaje parte porque las personas desarrollen conocimiento de las emociones, de manera que se acreciente su repertorio perceptivo con respecto a los afectos y puedan explorar su mundo emocional, conectarse consigo mismos, desarrollar diálogo interno y aprender habilidades de autocontención y comprensión de sus afectos. Junto a lo anterior, es fundamental promover la habilidad de conocimiento de sí mismo, que permite darse cuenta de sensibilidades, patrones de respuesta y pautas de reacción emocional. Esto implica desarrollar una conciencia de las situaciones desencadenantes más frecuentes de una emoción específica, por ejemplo, de aquellas interacciones que gatillan sentimiento de exclusión, celos, rabia, impaciencia, ansiedad, etc. También implica identificar el relato en el que se asienta la reacción emocional y comprender los modos típicos de expresión, las tendencias de respuesta o comportamiento a partir de esas emociones que se activan y las reacciones físicas o somáticas asociadas. Por último, la conciencia de del otro, ayuda a evaluar el impacto que estas respuestas tienen en otros o en las interacciones interpersonales y desarrollar responsabilidad con respecto a los propios afectos, las decisiones que toman en cuanto a su expresión y los comportamientos que se derivan de ellos.
El aprendizaje emocional implica que las personas puedan entender que las emociones tienen algunos aspectos, dimensiones o intensidad que no son voluntarias, los cuales obedecen a procesos o reacciones naturales, que no deben juzgarse, deben aprender a conectar, aceptar e intentar manejar de manera adaptativa, en cuanto a mantenerse a cargo de su expresión, de las decisiones y conductas asociadas a ellos. Por otro lado, existen emociones y actitudes emocionales que pueden cultivarse, conducirse, expresarse, tales como la alegría, el humor, el cariño, la motivación, la curiosidad, la tensión, el apego al pasado, el criticismo, el sesgo hacia lo negativo, entre otras, frente a las cuales el individuo puede moverse o actuar sobre ellas con mayor libertar y de acuerdo con su criterio y decisiones. Puede elegir qué favorecer, qué hacer crecer, qué prefiere frenar, o disminuir, a qué darle más espacio. En este ámbito está el optimismo como algo que se aprende, que se elige adoptar, o la capacidad de autocontrol y de relajación frente a una situación estresante, orientarse en las soluciones en vez que en los problemas. Se trata de hábitos de funcionamiento o patrones de gestión emocional que dan control sobre las emociones.
Habilidades emocionales y bienestar.
Las habilidades emocionales permiten administrar adaptativamente situaciones, emociones y respuestas. Cuando una persona no cuenta con habilidades emocionales, se perpetúa el malestar derivado de situaciones que les resultan displacenteras, ya que no logran identificar claramente lo que les está pasando, se sienten vulnerables a estos afectos y con menor control sobre ellos. Tienen reacciones que se activan e intensifican debido al malestar, al tiempo que tampoco logran identificar herramientas internas para administrar y salir de estas emociones de malestar. Las estrategias de manejo y regulación de las emociones tienen claro impacto en los estados de ánimo y la mantención o incremento de la ansiedad en sus dimensiones vivenciales y fisiológicas. Tener maneras inapropiadas de intentar regular o expresar las emociones será muy determinante de la activación de estados de malestar, tanto a nivel del ánimo como de la ansiedad. La ansiedad puede aparecer cuando la persona enfrenta sentimientos altamente indeseados, rechazados o temidos, los cuales no logra reconocer o identificar (conciencia emocional), entender (conciencia de sí mismo), contener ni expresar (regulación emocional). Por lo tanto, reeducar las estrategias de procesamiento, regulación y expresión emocional puede generar alivio emocional. Ser competente en el ejercicio de habilidades emocionales, da a la persona un abanico de posibilidades de bienestar asociado a la satisfacción de sus necesidades psicosociales. Sentir seguridad, disfrutar, lograr conexión con otros, emocionarse, tener vinculaciones armónicas con los demás, superar las dificultades, tolerar el dolor, expresarse con libertad, sentir y dar afecto, son experiencias que generan un sentido de plenitud en la experiencia humana.
Habilidades emocionales y personalidad
Los rasgos de personalidad están muy relacionados con las actitudes hacia las emociones y la posibilidad de adquirir y desplegar habilidades emocionales. Por ejemplo, rasgos de personalidad evitativos, predisponen a la ansiedad al suprimir o minimizar el contacto con las emociones; rasgos impulsivos dificultarán una adecuada regulación de las emociones, favoreciendo respuestas poco adaptativas; rasgos obsesivos o perfeccionistas, dificultarán la posibilidad de aceptar ciertas situaciones que no se dan de acuerdo con lo esperado, debido a esquemas rígidos de pensamiento, generando mucha frustración, rabia o ansiedad. Rasgos narcisistas o paranoides correlacionarán de manera inversa con una adecuada comprensión de las emociones y conciencia de sí mismo, tanto en cuanto a darse cuenta de aspectos personales o afectos con mayor profundidad, como dificultando la responsabilidad interpersonal, la conciencia del impacto de la propia conducta en otros o conciencia de los demás. Se distinguen estilos de personalidad asociados a la regulación de las emociones: existen personas inconscientes de su emociones, que no logran entender o tienen un procesamiento muy simple, práctico o pobre con respecto a las emociones; personas extrovertidas, que muestran sus emociones sin complejos, que no están demasiado preocupados de controlar sus emociones, ni de cómo impacta lo que expresan en los demás, existen personas evitativas que reprimen sus afectos, se los guardan, sea porque les se complican con los afectos, o porque tienen temor a las consecuencias que tendría expresarlos, temor a no ser queridos, rechazados, parecer inadecuados o crueles. Existen personas que tienen un estilo emocional abierto, directo y asertivo, que expresan lo que sienten de manera segura y otras personas que se enfocan en la deseabilidad social, expresando, preferentemente, sentimientos que no incomoden a los demás, expresando lo que sienten de manera extremadamente cuidadosa, buscando agradar, complacer o no herir a otros al momento de expresar lo que sienten. Estos estilos se estructuran a partir de rasgos de carácter que pueden ser bastante estables, algunas veces desarrollados en respuesta a ciertos conflictos personales o familiares no resueltos o como modos aprendidos de relacionarse con los afectos a partir de los estilos observados en figuras de apego significativas. (3)
Existen diferencias entre las personas en cuanto a la reactividad frente a las emociones y la regulación de éstas. Estas diferencias se asocian a factores propios del temperamento. La vulnerabilidad a los afectos, la intensidad de la carga emocional, la fuerza de los impulsos se ancla en disposiciones constitucionales que implicarán un desafío, o al revés, facilitarán el aprendizaje y gestión de las propias emociones.
Autorregulación y cultura.
La cultura determina y moldea de manera significativa los patrones de gestión y manejo d las emociones, premiando ciertas emociones (alegría) y sancionando otras (miedo), asignando unas emociones como propias de lo femenino (pena) y otras como propias de lo masculino (rabia, agresión), calificando a las personas que las expresan con una etiqueta de identidad que conlleva juicios de valor: “un optimista”, “Es rabiosa”, “es depresivo”, etc. Se asume que la regulación de las emociones ayuda a la adaptación y ajuste de un individuo en su medio social. La cultura o la sociedad se preocupa, sobre todo, del último eslabón de la gestión o regulación emocional, es decir, qué se expresa y cuán reguladamente expresa las emociones un individuo. Las personas desreguladas serán socialmente sancionadas, o eventualmente aisladas. Sin embargo, la vara para medir la regulación o desregulación cambia de un contexto cultural a otro, de una época a otra, y de un grupo generacional a otro. Hoy son sancionadas socialmente actitudes que antes eran perfectamente toleradas, (por ejemplo, una persona golpeando a su mascota), o bien se aceptan situaciones o expresiones que antes no se hubieran tolerado (alumnos confrontando al profesor, personas insultando a la policía). Las definiciones sobre la regulación emocional, las expectativas, las creencias, definiciones, prácticas de expresión de emociones están reguladas socialmente según el contexto cultural en el que nos desenvolvemos. (4)
Herramientas para la gestión de las emociones
Existe un sinnúmero de herramientas adaptativas que se pueden aprender para regular las emociones. Una de ellas es tener conciencia de nuestra capacidad de controlar distintos momentos y aspectos del proceso emocional. La adaptación al entorno depende, en gran medida, de contar con habilidades para la regulación emocional. Gross y Thompson (4) desarrollaron el modelo modal de la emoción, que mira el proceso emocional como una secuencia de transacciones entre una persona y una situación, que compromete, elecciones, adaptabilidad, significados individuales y un sistema de reacciones y respuestas de múltiples niveles. El ajuste emocional frente a una situación supone gestionar adaptativamente los siguientes momentos o aspectos:
La situación. Una persona puede elegir no entrar en una situación. Supone identificar situaciones que gatillan respuestas emocionales muy intensas o de malestar y que es mejor evitar, sin que eso signifique empobrecer la experiencia emocional o relacional al ser una estrategia selectiva y no una actitud habitual (por ejemplo, evitar reunirse con personas que son muy críticas, o elegir un grupo más amable). También se puede modificar la situación intentando reducir la tensión o la distancia entre lo que está ocurriendo y lo que se quiere que ocurra. Para ello, la persona puede intentar modificar algunos aspectos de la situación que pueda controlar, para evitar lo indeseado, aquellos aspectos vivenciados como amenazantes, conflictivos o incómodos, o bien potenciar los que producen más placer o satisfacción. Por ejemplo, cuando vienen de visita los padres de su esposo, una mujer se preocupa de tener la casa impecable y el refrigerador lleno de comida, de manera de evitar las miradas o comentarios críticos de la suegra.
El foco. La persona puede decidir en qué pone su atención y en qué aspecto de la situación se enfoca. Elegir el foco apropiado ayuda a la autorregulación. Supone distraerse en otras cosas, tratar de no pensar en ciertos aspectos incómodos de una situación o elegir en qué aspecto de la situación nos vamos a centrar o le vamos a dar más importancia (Por ejemplo, al ir de vacaciones o de paseo, se puede elegir centrarse en que hace calor y sentirse fastidiado por eso o elegir mirar el paisaje o sostener una entretenida conversación)
La interpretación: Cada persona construye un relato de la situación que moviliza sus afectos, pudiendo elegir entre una interpretación que lo deje bien o mal parado, con poder o sin él, como víctima o como inocente, etc. En esta etapa la persona buscará un relato que sea compatible con la percepción que tiene de sí, con ciertos conflictos, necesidades o aspectos no resueltos. “Quieren perjudicarme”, “no me quieren”, “Soy un tonto”, o “si no fuera por mí”, “nunca podré lograrlo”, “me adoran” etc.
La persona puede elegir el significado que le da a lo que está viviendo. Para lograr mayor autorregulación y verse menos impactado por emociones displacenteras o estresantes, puede razonar sobre por qué la situación puede no ser tan mala como parece, o pensar una situación desde una perspectiva diferente. Por ejemplo, si llegado a una reunión nadie se le acerca, puede pensar que puede que esas personas sean reservadas o no quieran importunarme, en vez de elegir pensar que no soy interesante para otros o que los demás son fríos. Un error o un fracaso, se puede resignificar como una gran lección de vida, o la oportunidad de aprender, una separación puede ser concebida como una oportunidad de conocer nuevas personas, una pérdida económica puede asociarse a mayor libertad o desapego. Si la persona tiene más recursos disponibles y una buena autoestima, podrá construir relatos que le den más posibilidades de cambio, de autoestima y de confianza en sí y en el futuro. Si tiene capacidad de resiliencia, podrá darse esperanza, darse confianza y contención, animarse a tolerar el malestar y buscar abrir su mente a soluciones.
La respuesta: Frente al estímulo emocional la persona tiene una reacción y una respuesta. La reacción se relaciona con la resonancia emociona (intensidad, profundidad, duración), y la respuesta tiene que ver con el comportamiento, la expresión, las conductas que la persona desarrolla para manejar la situación y recuperar su equilibrio. Esta respuesta emocional podrá suponer afectos (a saber, estrés, emociones, sentimientos, estados de ánimo, impulsos) placenteros o displacenteros y reacciones voluntarias e involuntarias. De acuerdo con la modulación que haga de ellos, podrán ser intensificados, equilibrados, neutralizados, minimizados, o suprimidos. La modulación es un proceso muy complejo, que supone equilibrar intensidad, tiempo, enfoque, oportunidad, contexto, interlocutor, etc. Modular la reacción implica procesar su intensidad, organizarse emocionalmente, calibrar y ajustar la respuesta. Frente a situaciones emocionalmente intensas, elegir esperar a calmarse antes de intentar resolver la situación cargado de emociones intensas. Para modular la respuesta, significa que la persona se detenga a reflexionar intentando entender lo que le pasa, que siente, qué quiere, que necesita, cuál es la mejor manera de lograrlo. Contactarse con uno mismo y sus sentimientos, escuchar varias voces dentro de los diálogos internos, buscar la parte de verdad que tiene la otra persona, todo eso ayudará a equilibrar la respuesta. También es importante ponderar el impacto que tendrá la propia respuesta en otros, y ver si el modo de enfrentar y resolver la situación traerá más problemas que la situación misma. La forma de expresar, el tono, las palabras y, sobre todo, cuidar el sentido de dignidad de la otra persona, jugará un papel fundamental a la hora de tener éxito en la gestión y expresión de las emociones. Frente a un cambio en los planes o frustración de expectativas, la persona tiene la oportunidad elegir buscar los aspectos novedosos de este cambio, las nuevas opciones que emergen e intentar seguir adelante aprovechando esas nuevas posibilidades. Una buena estrategia es tratar de relajarse mediante auto instrucciones: “cálmate, todo va a estar bien”, “nada es tan grave”, “yo sé salir bien de situaciones difíciles”, etc. (5)
En síntesis, existe un gran repertorio de opciones de regulación, mediación, canalización, modulación de las emociones y afectos, que va desde tácticas básicas como contar hasta 10, hasta procesamientos elaborados de sublimación y orientación de las emociones hacia fines superiores, la identificación y compromiso con las necesidades de los demás: la pena se puede volver creatividad artística, la rabia energía de transformación, fuerza y persistencia; el miedo en búsqueda de fortaleza, capacitación y desarrollo; la culpa en reparación y ayuda a otros; el dolor puede convertirse en empatía, la alegría puede compartirse y multiplicarse, la pena puede dividirse entre dos para hacerse más llevadera.
La convivencia social actual y el aprendizaje emocional y social.
Si miramos la sociedad en que vivimos, los discursos, las prácticas relacionales, las transacciones políticas e institucionales, descubrimos una enorme carencia de habilidades emocionales. Los modelos de gestión emocional imperantes en los líderes de opinión y figuras de autoridad muchas veces no solo carecen de habilidades de empatía, auto regulación, conciencia de sí, sino que, además, hacen gala de ello, instalados en un modo de vinculación que disocia el mundo entre buenos y malos, víctimas y culpables, inocentes y delincuentes, inteligentes y tontos, conscientes e inconscientes. Sobre la descalificación “justificable” de los demás se construyen discursos que hacen apología de la denigración, la crítica, y justifican la violencia psicológica o física. En el escenario social se premian actitudes competitivas, individualistas y hostiles, en las que predomina la interdependencia negativa: “para que me vaya bien, debo lograr que a ti te vaya mal, demostrar que eres incompetente o mal intencionado”, siendo escasa la autocrítica, compasión o búsqueda de cooperación. Así como las habilidades emocionales y sociales se pueden aprender, este modelo cultural, competitivo y hostil, también se aprende, y se replica en entornos institucionales de adultos, entorno de pares a nivel escolar, en las familias, entre hermanos, etc. La alarma del deterioro de la convivencia social sonó hace bastante tiempo, pero parece que las personas vivimos esperando que el cambio parta en otro lado, “que los demás cambien primero, porque yo estoy okey o los otros lo hacen peor que yo”. Vemos como personas influyentes actúan movidos emociones sin regular, sin filtrar, expresándolas y actuando inspirados en ellas sin consideración al impacto que tienen en los demás. En este escenario, se ve muy afectado el clima y la convivencia social, haciéndose parte de la cultura prácticas desadaptativas de relación interpersonal y manejo de las emociones. Bajo esta lógica, el otro se ve como una amenaza, un ser incompetente, culpable, indigno de respeto, por lo que la descalificación y la hostilidad sería justificable o pareciera legitimarse. Resulta hoy primordial considerar el aprendizaje emocional como un aprendizaje crítico para la salud mental individual y el desarrollo de un proyecto de sociedad que respete la dignidad y las necesidades psicosociales de los individuos, favoreciendo un clima de convivencia social basado en el respeto y la cooperación.
Conclusiones
El aprendizaje emocional y el enfrentamiento de situaciones que implican poner en práctica estas habilidades tiene gran relación con la posibilidad de alcanzar madurez emocional: fortalece la capacidad emocional de las personas, la vuelve competentes en la gestión de su vida afectiva, en su capacidad para hacer frente a situaciones difíciles, enriquece su repertorio emocional, da profundidad a sus vivencias, potencia la habilidad para lidiar con el estrés, la angustia y el dolor, al tiempo que le ayuda a tender puentes de diálogo, respeto, reconocimiento y valoración con las otras personas. Si bien, podríamos concluir que las emociones mueven el mundo, esperamos que, algún día, cuando el aprendizaje emocional y social sea parte fundamental de la educación de niños, niñas y jóvenes, sea la inteligencia emocional la que mueva el mundo.
Bibliografía.
- Saarni, Carolyn. The Development of emotional competence. 1999. The Guilford Press
- Effective social and emotional learning program. 2015 casel guide. Collaborative for academic, social, and emotional learning. https://casel.org/middle-and-high-school-edition-casel-guide.
- John,Oliver. Gross,James. Individual differences in emotional regulation. Handbook of emotional Regulation. 2007. The Guilford Press.
- Mesquita, Batja. Albert, Dustin. The cultural regulation of emotions. Handbook of emotional Regulation. 2007. The Guilford Press.
- Gross, James. Thompson, Ross. Emotion regulation, conceptual foundation’s. Handbook of emotional Regulation. 2007. The Guilford Press.
- Loewenstein, George. Affect regulation and affective forecasting. Handbook of emotional Regulation. 2007. The Guilford Press.
- Johnson, D. W., & Johnson, R. (1989). Cooperation and competition: Theory and research. Edina. Minessota. Interaction Book Company.