Una mirada al estado de nuestras competencias emocionales.
En la vida diaria, las personas nos vemos desafiados a procesar numerosas experiencias que nos movilizan emocionalmente a distintos niveles. A veces una palabra, un recuerdo, un gesto o una mirada, interacciones sutiles o dramáticas, generan un encadenamiento de hechos psicológicos internos que activan nuestra vida emocional, evocando o gatillando sentimientos, necesidades, motivaciones, emociones o estados de ánimo. Estos procesos afectivos determinan de manera importante nuestras respuestas o comportamientos, al activar reacciones en nosotros. Las reacciones emocionales constituyen respuestas con componente afectivo, expresados en manifestaciones verbales y comunicación no verbal, a través de gestos, tonos o inflexiones de voz, ademanes, etc). Pueden variar en intensidad, compromiso emocional y duración del impacto que tienen en nuestro equilibrio personal. Nuestras reacciones pueden ser defensivas, de ataque, de huida o de desconexión. Otras veces podemos responder de manera neutral, equilibrada o racional, integrando la experiencia emocional, pero teniendo la suficiente libertad o distancia para actuar desde la razón. Las habilidades emocionales son herramientas que nos ayudan a procesar, administrar y conducir sana y positivamente nuestra vida afectiva, que es la base de toda experiencia humana con sentido, motivación y significado. Un adecuado equilibrio emocional supone poder contar con y poner en práctica habilidades emocionales.
Carolyn Saarni (1) propone un conjunto de habilidades emocionales que nos ayudan a tener una vida emocional más efectiva, equilibrada. Estas son:
- Habilidad de tomar conciencia del estado emocional personal, incluyendo la percepción de emociones múltiples y eventualmente contradictorias. Implica tener conciencia de que uno podría no ser consciente de algunos de sus sentimientos hacia situaciones o personas, debido a su complejidad, por ser conflictivos o porque los rechazamos.
- Habilidad para discernir las emociones de otros, basados en claves situacionales y expresivas que tienen cierto grado de consenso cultural en cuanto su significado emocional.
- Habilidad para usar el vocabulario de las emociones, términos comúnmente expresados disponibles en la cultura a la que uno pertenece y también ciertos guiones para situaciones interpersonales que involucran emociones y que están culturalmente validados, saber qué y cómo decir en situaciones sociales que involucren emociones.
- Capacidad para involucrarse empáticamente y simpáticamente con las experiencias emocionales de otros.
- Habilidad para darse cuenta cuando el propio estado emocional interno no corresponde con la expresión externa que hacemos, tanto cuando nos pasa a nosotros como cuando le pasa a otros.
- Habilidad para manejar y regular el impacto que nuestras expresiones emocionales pueden tener en otros.
- Habilidad de considerar la sensibilidad de los demás.Tener conciencia de que la estructura o naturaleza de las relaciones es definida en gran parte por cómo se comunican las emociones dentro de la relación ,así como el grado de genuinidad e inmediatez en que pueden expresarse. Es de la mayor importancia evitar la inculpación, la hostilidad o la desconfirmación en nuestros intercambios interpersonales de carácter emocional con otros.
- Capacidad de manejase de manera adaptativa con emociones estresantes o aversivas, usando estrategias de auto-regulación que atenúen la intensidad o duración de esos estados emocionales.
- Habilidad para lograr intimidad emocional: se logra cuando hay reciprocidad de la relación, un mutuo compartir de emociones genuinas en un marco de cariño y cuidado del otro.
- Capacidad para lograr madurez emocional: la persona acepta su experiencia emocional en sus auténticas características, buscando conciliar lo que está viviendo y sintiendo con su teoría acerca de cómo debería vivir las emociones.
Si revisamos nuestra vida interpersonal nos daremos cuenta que disponer y practicar de estas habilidades emocionales nos permite conectarnos con los demás de manera significativa, estar más presentes en sus vidas, sentirnos más acompañados o más cerca de ellos. Ser emocionalmente competentes le da más sentido a nuestra participación social, a nuestros vínculos significativos y demás relaciones interpersonales. La capacidad de generar este intercambio con conexión emocional permite convertirnos en personas más plenas, más realizadas, más conscientes de nosotros mismos y de los demás.
(1) Referencia bibliográfica.
Saarni, Carolyn. The Development of emotional competence. 1999, The Gylford Press