La gestión escolar está hoy en día cruzada por desafíos urgentes y cuyo enfrentamiento resulta irrenunciable.
Entre estos desafíos se encuentran lograr motivación por el aprendizaje, favorecer el desarrollo psicosocial, el auto cuidado y desarrollo de hábitos de vida sanos, estimular el desarrollo cognitivo y la habilitación para un desempeño exitoso en un mundo globalizado. Estos son los desafíos a los que la educación del siglo 21 debe responder
Si bien son muchos, hay uno que es el eje central de todos los demás: la educación como formadora del desarrollo psicosocial.
Esta formación busca el logro de una identidad positiva, el aprendizaje de la colaboración, la adquisición de habilidades socioemocionales y habilidades ejecutivas. Estas funciones son centrales para la realización humana y el desarrollo de trayectorias de vida exitosa.
Por lo tanto debemos cambiar el paradigma, ir desde la lógica del desempeño y el rendimiento a la lógica del desarrollo psicosocial mediante adquisición de competencias y habilidades para la vida y el aprendizaje.
La crisis actual de la educación nos muestra que estamos en punto de inflexión, estamos frente a la necesidad de un cambio esencial en el foco de la educación, un cambio del eje de rotación de los procesos educativos y de las instituciones educativas. Hoy en día no basta con pasar la materia, con evaluar, con promover de curso. Todo eso hoy es insuficiente, es parte del pasado. Los procesos formativos y de desarrollo académico, social y emocional de los estudiantes deben partir por generar un entorno educativo que garantice la satisfacción de necesidades psicosociales. Esto se traduce en crear un ambiente seguro, que promueva la conexión positiva y colaborativa entre las personas, un entorno que valide y respete a las personas, que promueva recursos y se preocupe de enseñar de acuerdo a las característica particulares de los estudiantes.
Este modelo pone al estudiante al centro. Al centro están sus necesidades, características y desafíos, y todos los procesos educativos consecuentes y asociados existen para fortalecer a este estudiante y su camino formativo.
Este cambio de paradigma y de contextos se logra identificando y controlando las variables que determinan el equilibrio socio emocional, la motivación, la seguridad y el desarrollo de autoeficacia de los estudiantes.
Para ello es fundamental observar, registrar y hacer seguimiento de los procesos académicos y socioemocionales de los alumnos, lo cual permite comprender su realidad y diseñar intervenciones eficaces. La propuesta pedagógica actual debe suponer diseñar respuestas personalizadas para cada estudiante, generando planes para el desarrollo académico y socio emocional a partir de los perfiles o funcionamientos característicos de estos. Estos planes personalizados guían el proceder pedagógico de los docentes, despejan obstáculos y neutralizan resistencias hacia el aprendizaje, facilitando el camino para que los estudiantes se sientan competentes académica y socialmente.
Además del abordaje individual, para lograr el desarrollo psicosocial es fundamental gestionar las dinámicas interaccionales del grupo curso, de manera de promover la interdependencia positiva y la cohesión a partir de un trabajo académico cooperativo, y también a partir del entrenamiento en habilidades psicosociales para la apropiada y constructiva relación con otros y para el trabajo en equipos. La participación en una comunidad de aprendizaje que genere experiencias de cooperación es un factor promotor del desarrollo académico, emocional y social, del más alto nivel.
Uno de los mayores desafíos de la educación actual es generar un espacio vincular sano donde el aprendizaje sea posible desde la confianza, en un sentido personal e interpersonal, sentir confianza en sí mismo y construir confianza en nuestras relaciones. Para el desarrollo de confianza es fundamental un contexto seguro, un contexto que humanice las relaciones y los vínculos. Este contexto se alcanza a través de un enfoque psicosocial que entienda y controle las variables académicas, relacionales y emocionales del proceso educativo. A partir de la observación y comprensión del funcionamiento académico y socio emocional del alumno, y a partir del diagnóstico del perfil y características de cada estudiante, se diseñan experiencias de aprendizaje y entrenamiento en habilidades que potencien los recursos de cada alumno, despejen obstáculos y exploten sus fortalezas. Se trata de un contexto centrado en el desarrollo de habilidades en el que se haga seguimiento de objetivos, se trabaje en el desarrollo de actitudes y destrezas de logro y adquisición de competencias, optimizando el desempeño social y académico de cada estudiante.
En este modelo es fundamental el papel del docente como un mediador y facilitador, para lo cual se debe desarrollar las habilidades de ayuda del profesor, su capacidad de
validación y vinculación, su compromiso con el estudiante y una serie de habilidades y recursos psicopedagógicos para generar vínculos realmente promotores del estudiante, contextos que le permitan a este tener experiencias de éxito y reforzar su sentido de capacidad de auto eficacia y de autogestión.
Se trata de una educación centrada en las necesidades, una educación para la persona. Hoy, educar requiere un gran compromiso docente; no basta con pasar materia.