El ser humano busca su identidad como una persona que tiene sed busca el agua.
La paradoja de la identidad es que para saber quiénes somos no solo tenemos que conectarnos con nosotros mismos, sino también con los demás, necesitamos de los demás para reconocernos. Hay un cuento que nos permite reflexionar sobre este punto.
La canción de la persona. Tolba Phanem (poeta africana).
Cuando una mujer de cierta tribu de África descubre que está embarazada, se va a la selva con las otras mujeres y medita y reza hasta que aparece la “canción de la nueva criatura”.
Cuando nace el bebé, la comunidad se junta y le cantan su canción.
Luego, cuando el niño comienza su educación, el pueblo se junta y le cantan su canción.
Cuando se convierte en adulto, la gente se junta y le cantan.
Cuando llega el momento de su casamiento, la persona escucha su canción.
Finalmente, cuando su alma está por irse de este mundo, la familia y los amigos se aproximan y, al igual que en su nacimiento, cantan su canción para acompañarlo en el “viaje”.
En esta tribu de África hay otra ocasión en la cual se canta la canción.
Si en algún momento la persona comete acto equivocado, lo llevan al centro del poblado y la gente de la comunidad forma un círculo a su alrededor. Entonces le cantan su canción.
Este hermoso cuento nos habla de lo valioso que es escucharnos, escuchar a los demás y a nosotros mismos. Nos invita a tomar contacto con nuestro interior a encontrarnos con quienes somos, aceptarnos, querernos y actuar a partir de nuestra esencia, desde nuestro verdadero ser. El cuento también nos invita a cuidar y conservar nuestra propia dignidad, ese sentido de respeto por nosotros mismos, actuando desde la verdad, desde la bondad, la responsabilidad y la conexión con los demás. Hay ocasiones en que la persona se pierde de sí misma y su manera de recuperar su esencia es encontrarse en los suyos. En los ojos de los que nos quieren y creen en nosotros hay un espejo en el que nos podemos mirar y que nos recuerda quienes somos y el tipo de persona que queremos ser.
La esencia de la cooperación consiste en eso. En el aprendizaje cooperativo los estudiantes construyen una red, una comunidad en la que se dan lazos de interdependencia positiva. El equipo le va haciendo a cada integrante una canción que le ayuda a uno a sentir la libertad de ser uno mismo, Los compañeros de equipo y sus profesores “les cantan su canción” en la forma en que los miraban, les hablan, se ríen juntos o se ayudan. Compartiendo en equipo, les comunican que los quieren, los aceptan y valoran.
En un equipo así, podemos equivocarnos, fallar, errar el camino, siempre será posible volver a casa, volver a ser el que refleja la canción. Al escuchar nuestra canción podemos vivir con libertad y confianza, la canción nos enseña a amar, agradecer, perdonar, a reparar.
No hay nada de lo que defenderse:
¿Fallé? Lo intento de nuevo y mejor, ¿me equivoqué?, reparo, ¿te herí?, te pido perdón y te cuido. No, no soy mejor que tú, y no necesitamos ser perfectos para que podamos caminar juntos. Vivir la canción de la cooperación es saberse parte de un grupo para el que todos somos importantes. Es sentir que nos debemos a los demás, que cada uno hace de sí un regalo para el equipo, para la familia, para su comunidad, que contribuye con un momento mágico, un gesto, con el regalo de su presencia y de su persona.
En realidad el fin de toda institución educativa debe ser descubrir y cantarles a los estudiantes esa canción que refleja quienes son. Esa canción será una fuente de luz que guíe sus pasos, una rama firme de la que agarrarse en tiempos de éxito o de fracaso, de fortaleza o debilidad, cuando sientan la tentación del camino fácil, de la renuncia a sus sueños, de actuar en contra de quienes son desde el dolor, la rabia o las heridas.
El mejor regalo que se le puede dar a un estudiante es la canción de la cooperación y la canción de su persona, esa convicción profunda de que valen, de que son buenos, de que son capaces de lograr sus metas, que son amorosos, de que son queridos, de que tienen una linda vida que cuidar y compartir.
El verdadero indicador de la calidad de la educación es que al terminar el Colegio el joven haya aprendido a cantarle a otros su canción.