Ataques de ansiedad, psicosis, depresión, aislamiento social, violencia e incluso suicidio, son solo algunos de los traumas a los que se ven en los presos, incluso cuando han recuperado su libertad. Nueva York busca humanizar la reclusión con una innovadora iniciativa.
Alrededor de un 9% de los 48 mil reclusos en las 54 cárceles del estado de Nueva York (Estados Unidos) en encerradas solas en celdas de aislamiento, en las que pueden pasar meses y hasta años sin ningún tipo de interacción social. Diversos estudios demuestran que este tipo de castigo puede provocar severos daños, tales como ansiedad, psicosis, crisis de pánico, aislamiento social, entre otros padecimientos de salud mental.
También, según la investigadora Sharon Shalev, del Centro de Criminología de la Universidad de Oxford, sostiene que también manifiestan dolencias físicas, como dolores de cabeza crónicos, deterioro de la vista, problemas digestivos o fatiga.
La ONU define las celdas de aislamiento como “el confinamiento de prisioneros durante 22 horas o más al día sin contacto humano significativo”. En Estados Unidos, según su Pficina de Estadísticas de Justicia, más de 100 mil reclusos han enfrentado aislamientos de al menos 30 días, sin el más mínimo contacto interpersonal.
Frente a esta situación, el ex gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo, firmó la Ley de Alternativas Humanitarias al Confinamiento en Solitario a Largo Plazo (HALT, por sus siglas en inglés), un proyecto de ley para limitar el confinamiento solitario a 15 días. Este hito, considerado un triunfo para los activistas de la justicia penal, se debió en parte al testimonio y apoyo de ex reclusos y sus entornos, quienes sufrieron también las consecuencias de someterse a situaciones extremas de confinamiento. Entre los casos más bullados, destaca el de un recluso que solo podía ducharse diez minutos, una vez a la semana quien, al salir en libertad, desarrolló una obsesión por la higiene y una fobia a los gérmenes.
También figuras casos de ex parejas de reclusos, víctimas de violencia productos de los trastornos. En ese sentido, la Ley de Alternativas Humanitarias no solo busca apoyar a los reclusos, sino que también entiende que sus familias, sin haber sido culpables de ningún crimen, se pueden ver castigadas de igual manera.