El fin de la labor docente será siempre un ejercicio de humanidad. Cada uno de nosotros podrá recordar y valorar el significado que tuvo en nuestra formación algún docente que fue una figura que nos entregó su presencia emocional, uniendo interés por nosotros y empatía.
Estas actitudes constituyen la esencia de todo proceso de acompañamiento. El acompañamiento de alumnos representa un vínculo colaborativo, no enjuiciador, orientado a ayudar al alumno a darse cuenta de su realidad personal y descubrir a dónde quiere llegar, es decir quién es realmente, cuál es el yo profundo que espera revelarse y expresarse. Dar tiempo a otros es una forma de cuidar, es una expresión de respeto al ser humano y una generosa manera de dar algo valioso de sí. Significa la oportunidad de crear un espacio verdaderamente sagrado dentro de lo cotidiano: el espacio intersubjetivo, de presencia compartida, la interconexión en la que lo fundamental es la comunicación más allá de las palabras. En esta interconexión el ser de uno se comunica y transfiere al otro y viceversa. Se trata de una forma de darse y recibir al acompañado. Esta experiencia representa un tipo de irradiación emocional recíproca basada en la aceptación incondicional y el interés por estar presente ante otro. Es aprender a tratar y a estar con el alumno como si fuera una esperada visita a la que queremos ofrecerle nuestras mejores atenciones y estar ahí sin prisas.
El interés por descubrir la realidad del alumno sin prejuicios intentando construir juntos una versión de lo que está viviendo que realmente lo interprete, es una de las manera más efectivas por las que un alumno se siente verdaderamente acompañado. A través de la comprensión empática y el diálogo colaborativo, el alumno deja de sentirse solo, su realidad se abre a nuevas posibilidades y nuevas versiones de su situación, recuperando el control sobre su realidad personal e identificando oportunidades, metas, desafíos y sobre todo, recuperando al yo que quiere realmente ser.
La presencia de acompañamiento del docente es una presencia compasiva, un acercamiento no dual hacia el alumno, en términos de que el docente toma distancia de las polaridades bueno-malo, correcto-incorrecto, tomando una actitud de exploración de los sentidos y significados de toda conducta desajustada o problemática del alumno. De esta manera logra cierta distancia emocional positiva que le permite ponerse a salvo de la tendencia a juzgar a la persona por sus errores, responder a partir de prejuicios o bien responder desde la ansiedad debido a una identificación excesiva con la problemática del niño o adolescente. Estas actitudes son esenciales para lograr una actitud de aceptación, respeto e interés por la otra persona y su realidad, al tiempo de mantener una actitud serena, sopesada, reflexiva guiada por la comprensión y el entendimiento. Escapar de la dualidad y tener una actitud de entrega a la experiencia con mente unificada es la forma de encontrar realmente al otro y alcanzar la empatía. Estos son los elementos sobre los que se funda la empatía: ver con claridad la realidad de la otra persona desde el marco de referencia de ésta, captar y responder a la intensidad y cualidad de las emociones expresadas, acompañar al otro en la complejidad de su experiencia comprendiendo la significación y el impacto que esta experiencia tiene sobre el ser y la vida del otro, advertir los obstáculos y barreras que enfrenta el acompañado, orientando la búsqueda de caminos para avanzar y llegar a hacer realidad lo que está llamado a ser.
El acompañamiento de alumnos es una de las labores más hermosas de la vida docente.